MUTTERKREUZ
La perdida de 2 millones de soldados alemanes en la primera guerra mundial , prácticamente una generación completa, supuso que hubiera un gran desfase entre la población masculina y femenina, con lo cual había una enorme cantidad de "mujeres Improductivas".
La solución fue invocar las virtudes de la maternidad, hacer desaparecer el estigma de "Hijo ilegitimo" y exaltar las virtudes de las familias numerosas.
Aparte de jugosos incentivos económicos por cada hijo nacido, se instituyo el 16-12-1938 una condecoración que toda Alemania pudiera reconocer y admirar. Fue la MutterKreuz .
Criterio de concesión:
Hasta 5 hijos- Cruz en bronce
Hasta 7 hijos - Cruz en plata
A partir de 8 hijos -Cruz en oro
Diferentes modelos y variantes
Oro, plata y bronce
Con su caja
Cruz con su documento de concesion
Madres con su cruz
Este ejemplar, en bronce, es de mi colección. la firma grabada en la parte de atrás, es la de Hitler.
Una madre escribe al Führer
"Mi Führer
Por primera vez he podido verle a usted personalmente. Nunca he tenido tiempo para esperarle, mi Führer. Tengo 4 hijos, dos chicos y dos chicas. Ahora cruza usted ante mi en su automóvil, arrogante, y pasa revista a potentes unidades de la Flota y del Ejercito. Seguro que, en su interior, su corazón ríe, al contemplar tanta belleza, tanta sublimidad, como no le ha sido dado ver a otro hombre. Yo mi Führer, tengo mucho trabajo: A las once de la noche todavía estoy limpiando las botas de mis hijos, o arreglando ropas, cosiendo pantalones , y , sin embargo, también yo siento cada dia algo quizás mas hermoso que los desfiles militares, las paradas navales y los exitos politicos. Por eso no le tengo envidia. cada noche, cuando termina un día mas que comenzó a veces a las cinco de la mañana, un día lleno de trabajo, siento dentro de mi pecho el mayor gozo que un ser humano pueda sentir. Contemplo a mis cuatro hijos dormidos plácidamente. Primero voy al cuarto de las niñas, una de allas es rubia y la otra morena. Ambas reposan en sus camitas como dos ángeles, como dos mosquitas muertas, y sin embargo son unos auténticos diablillos. Después me acerco al cuarto de los chicos: Uno es rubio y el otro moreno. Contemplar a dos muchachos que duermen, mi Führer, ¿No es lo mas hermoso del mundo? Usted tiene ante si una gran tarea, mi Führer, y quizás se alegrara con los éxitos logrados. Yo solamente tengo alegría. Alegría de poder contemplar, cada noche, a mis hijos que duermen, sanos y con buen color: con esto es suficiente para olvidar los esfuerzos del dia, para ser agradecida y gozar de una inmensa alegría.
Esto pensé, mi Führer, cuando usted pasaba ante mi, orgulloso, en su automóvil. Entonces sentí envidia de mi misma porque el destino no me ha hecho un hombre, ni siquiera un Adolf Hitler"
-Das Antlitz der Deutschen Frau-
-Editado por Heinrich Hansen , Dortmund 1938
La sobrestima sentimental de la madre alemana es mucho mas antigua que el régimen nacionalsocialista. sin embargo la utilización ideológica del culto a la madre ha de atribuirse a los nazis.
He aquí una muestra:
"El deber insoslayable de la maternidad constituye una exigencia absoluta ante abuelos y nietos y , por tanto, ante el río de la sangre del pueblo: toda infecundidad matrimonial voluntaria es antinatural"
En 1934 los nazis crean "el día de la madre" como jornada de homenaje y gratitud .
Con ese motivo se entregara a partir de 1938 "la cruz de honor de las madres alemanas".
Heinrich Himmler, 13 de Septiembre de 1936
"La pregunta de cuantos hijos no es un asunto privado de cada uno, si no un deber para con nuestros antepasados y nuestro pueblo.
Fundar buenos matrimonios carece de sentido , si no se engendra en ellos una nutrida sucesión.
Yo espero que a este respecto las SS, y en especial sus dirigentes, actuaran de modo ejemplar."
Heinrich Himmler, 28 de Octubre de 1939
Antes de que la guerra causara grandes vacíos en las filas;
"Cada hombre de las SS, antes de partir para el campo de batalla, debe dejar tras de si la semilla de un hijo"
Las "Lebensborn" se encargarían del cuidado de la futura madre.
Lebensborn,
En castellano fuente de vida, fue un programa creado por la Alemania nazi (Sociedad Registrada Lebensborn - "Lebensborn Eingetragener Verein"), con la intención de expandir la raza aria, la cual debía convertirse en la nueva raza de Europa.
Según el plan de Heinrich Himmler, los hombres alemanes eran alentados a producir niños con mujeres "racialmente puras", mujeres con rasgos arios (altas, con una nariz recta y frente ancha, siendo estos los estándares arios para aquella época, ya que en la actualidad estos rasgos fenotípicos son insuficientes para determinar el origen indoeuropeo de una persona.). El plan fue adoptado en 1936 y preveía que cada soldado de las SS llegara a ser padre de cuatro hijos al menos. Las mujeres solteras tenían la oportunidad de vivir en hogares especiales y recibir soporte financiero por parte del Estado, mientras que los niños eran adoptados.
Hitler también tenía planes de desarrollar hogares lebensborn en los países escandinavos que habían sido ocupados. El plan apenas fue implementado, aunque se dieron casos, como el que dio lugar al nacimiento de Anni-Frid Lyngstad, cantante del grupo sueco ABBA, fruto de la inseminación proveniente de un soldado alemán a una joven noruega. No obstante, el programa operó principalmente en Alemania
Después de 1939, los oficiales asignados a Lebensborn participaron también en el secuestro de niños en los países ocupados, como Polonia, Checoslovaquia y Francia. Aproximadamente entre 50.000 y 200.000 niños polacos fueron secuestrados. Todos aquellos que, tras ser sometidos a un riguroso examen, recibían la certificación de ser lo suficientemente arios para entrar en el programa, eran enviados con certificados de nacimiento falsificados a familias previamente seleccionadas. A estas familias se les proporcionaba a menudo una historia falsa acerca del niño que iban a adoptar, siendo la más común la de que el niño o niña era hijo de un soldado muerto en combate. Aquellos niños que no obtenían la certificación de ser lo suficientemente arios, eran enviados a campos de concentración infantiles como Kalish, Dzierzazna y Litzmannstadi, y de ahí a los campos de exterminio.
La mayoría de estos niños nunca regresaron a sus familias originales, y sus descendientes ignoraban, por lo general, sus orígenes. Se estima que después de la guerra, en 1946, la cantidad de niños secuestrados rondaba los 250.000, de los cuales sólo 25.000 fueron devueltos a sus familias. Muchas familias alemanas que habían participado en el programa, rechazaban devolver a los niños y, en otros casos, fueron los niños mismos quienes no quisieron volver con sus familias.
Lebensborn, o la primavera de la vida, refiere a una serie de clínicas desparramadas por Alemania y países vecinos, a las que mujeres embarazadas, la mayoría solteras, fueron a dar a luz en secreto. Fueron atendidas por médicos y enfermeras empleadas por la SS, la temida unidad paramilitar del partido nazi. Una de tales clínicas está en la cima de una colina suave en Wernigerode, un pueblo remoto cercano a las montañas Harz. El edificio, abandonado hace tiempo, fue parte de un tour agridulce de regreso al hogar para las alrededor de 40 personas que concurrieron a la reunión de una asociación conocida como Rastros de Vida.
Para ser aceptadas en el Lebensborn, las mujeres embarazadas tenían que tener las características raciales adecuadas -pelo rubio y ojos azules-, demostrar que no tenían problemas genéticos y poder probar la identidad del padre, que tenía que cumplir con criterios similares. Tenían que jurar lealtad al nazismo y se las adoctrinaba con la ideología de Hitler mientras estaban internadas. Muchos de los padres eran oficiales SS que tenían sus propias familias. Heinrich Himmler, jefe de la SS, alentaba a sus hombres a procrear hijos fuera del matrimonio como manera de crear la raza alemana que dominaría el mundo. Entre 6000 y 8000 personas nacieron en estas clínicas en Alemania entre 1936 y 1945. Debido a que el programa era secreto, a la mayoría de ellas no se les dio a conocer por décadas las circunstancias de su nacimiento o la identidad de sus padres, que no estaban registradas en sus certificados de nacimiento. Algunas personas aún no saben la verdad.
Recién en los últimos 20 años, al comenzar a derrumbarse los muros de silencio, los investigadores han podido documentar el programa Lebensborn. Han acabado con algunos mitos purulentos: que estas clínicas eran burdeles nazis, poblados de procreadoras de cabellos rubios dispuestas a aparearse con hombres de la SS.
"Los niños fueron concebidos del modo usual: amoríos, encuentros de una vez, etcétera" dijo Dorothee Schmitz-Köster, que ha escrito un libro sobre Lebensborn. "El aborto no era legal en Alemania entonces y, en muchos casos, las mujeres no querían conservar los bebés."
Algunas de las madres los dieron en adopción a familias de los SS. Otras criaron a sus hijos solas, diciéndoles que sus padres habían muerto en la guerra. Habiendo dado a luz bebés ilegítimos en un ambiente fervientemente nazi, las madres enfrentaban un estigma doble en la Alemania de posguerra.
Muchas vivieron sus vidas en un terrible silencio, dicen sus hijos. Algunas tuvieron problemas psicológicos o se volvieron alcohólicas. Para los niños, descubrir la verdad fue igualmente traumático. Weber, profesor de escritura creativa en Berlín, aún trata de asimilar el golpe que significó descubrir sus raíces no hace mucho tiempo. Algunos indicios aportados por miembros de su familia y su propia investigación lo llevaron a descubrir la verdad. Entre sus descubrimientos más desagradables: Himmler fue su padrino.
"La mayoría creció sabiendo que tenía un secreto", dijo Schmitz-Köster. "Sentían ira hacia sus madres, porque se les había mentido o se los había abandonado. Algunos sentían vergüenza. También hay un pequeño número de personas que se sienten orgullosas de ser hijos del programa Lebensborn. Se sienten parte de una elite".
Para los niños del programa Lebensborn nacidos fuera de Alemania la vida fue aún más dura. En la Noruega ocupada por los nazis, por ejemplo, los SS crearon una clínica porque Himmler valoraba el aspecto de los escandinavos. Esos bebés, nacidos de madres noruegas y soldados alemanes, fueron marcados como los hijos del enemigo después de la guerra y sufrieron una discriminación impiadosa. Otros niños que respondían a los estándares raciales perniciosos de Himmler fueron secuestrados a sus familias en países ocupados por los nazis y enviados a Alemania, donde fueron criados por familias nazis.
El programa se llamó “Lebensborn” y fue desplegado por las SS de Heinrich Himmler. Buscaba bajar la altísima tasa de abortos en Alemania y a la vez –de acuerdo con la ideología imperante– mejorar la “raza aria”.
En el marco de Lebensborn nacieron unas 20 mil personas. Estaban llamadas a ser la elite del Tercer Reich. El fin de la guerra les trajo orfandad, desprecio social e incertidumbre sobre su identidad. Desde hace seis décadas buscan la verdad sobre sí mismos y sobre sus padres.
Hans Ulrich Wesch tiene 63 años. Nació en un hogar dependiente del programa Lebensborn (“Fuente de vida”), en la ciudad de Wernigerode, en 1943. Su madre estuvo junto a él en el hogar algo más de un año. Cuando el Ejército Rojo ocupó la ciudad, en 1945, el contacto entre madre e hijo se interrumpió. El niño fue adoptado por una mujer joven, que había perdido a su marido en la guerra. Pero esta mujer apenas podía hacer frente a las duras condiciones imperantes. Finalmente se hizo cargo del niño una mujer de 63 años. Lo crió con los magros recursos de su jubilación, en lo que a partir de 1949 fue la República Democrática Alemana (RDA). Un día Wesch le preguntó a su madre tutelar cómo fue que había llegado a ella.
“Me dijo que cuando terminó la guerra se disolvieron los hogares para niños, y que aparecieron avisos en los diarios preguntando quién quería hacerse cargo de algún niño”, cuenta Wesch a Apro. “Yo tenía tres años. Le decía mami. Estaba contento de tener una madre. Ella era una mujer estricta pero justa.”
A Hans Ulrich Wesch la historia personal se le fue revelando trabajosamente. Siempre había sabido que era adoptado. Cuando llegó a la adolescencia comenzó a preguntarse quién era realmente. A los 14 años tuvo que tramitar el documento de identidad ante las autoridades de la RDA. Para eso necesitaba el acta de nacimiento. A través de su madre tutelar supo que tal vez había nacido en Wernigerode. Se dirigió a las autoridades de esa ciudad. Recibió una certificación donde sólo constaba que había nacido en el hogar de Lebensborn. Sus padres lo habían reconocido, pero sus nombres no figuraban. “No pude averiguar nada de Lebensborn. Mi madre tutelar me dijo que quizá ya no vivía nadie de mi familia”, sostiene.
Lebensborn fue uno de los proyectos preferidos del jefe de las SS Heinrich Himmler. Comenzó a funcionar en 1935 como programa modelo de política poblacional del régimen. Constaba de hogares donde las madres, en su mayor parte solteras, podían dar a luz y empezar a criar a hijos cuyos padres eran, por lo general, miembros de las SS. Las instalaciones habían sido expropiadas en su mayoría a familias judías.
Desde los veintes, Alemania se enfrentaba con un altísimo nivel de abortos. Como resultado de la primera guerra mundial, el número de mujeres alemanas superaba en 2 millones al de los hombres. A falta de marido, eran muchas las que tenían un embarazo indeseado. Se calcula que en 1937 hubo de 600 mil a 800 mil abortos. La cifra superaba la tasa de nacimientos.
Himmler afirmó incluso que Alemania no podía permitirse perder “ni una sola gota de buena sangre” a través del aborto. Para los nazis, el valor de un pueblo se medía por el número y la “calidad racial” de los soldados y sus madres. El programa Lebensborn fue la contracara de la eugenesia, la esterilización y el exterminio que los nazis practicaron con grupos étnicos y sociales que, de acuerdo con su ideología y su teoría de las razas, debían desaparecer.
Después de 1939, los oficiales asignados a Lebensborn participaron también en el secuestro de niños en los países ocupados, como Polonia, Checoslovaquia y Francia. Aproximadamente entre 50.000 y 200.000 niños polacos fueron secuestrados. Todos aquellos que, tras ser sometidos a un riguroso examen, recibían la certificación de ser lo suficientemente arios para entrar en el programa, eran enviados con certificados de nacimiento falsificados a familias previamente seleccionadas. A estas familias se les proporcionaba a menudo una historia falsa acerca del niño que iban a adoptar, siendo la más común la de que el niño o niña era hijo de un soldado muerto en combate. Aquellos niños que no obtenían la certificación de ser lo suficientemente arios, eran enviados a campos de concentración infantiles como Kalish, Dzierzazna y Litzmannstadi, y de ahí a los campos de exterminio.
La mayoría de estos niños nunca regresaron a sus familias originales, y sus descendientes ignoraban, por lo general, sus orígenes. Se estima que después de la guerra, en 1946, la cantidad de niños secuestrados rondaba los 250.000, de los cuales sólo 25.000 fueron devueltos a sus familias. Muchas familias alemanas que habían participado en el programa, rechazaban devolver a los niños y, en otros casos, fueron los niños mismos quienes no quisieron volver con sus familias.
Burdeles nazis
Ya en la época nazi cursaban rumores de que Lebensborn era un complejo de burdeles de los nazis. Antros dedicados al vicio, el apareamiento y la pornografía. Las investigaciones actuales desmienten estas suposiciones. Lebensborn fue, en un comienzo, un programa de asistencia a mujeres embarazadas y una especie de guardería de las SS. Los niños eran bautizados frente a la cruz esvástica mediante un ritual que aunaba costumbres germánicas, nacionalsocialistas y cristianas.
Para ser admitidas dentro del programa, las jóvenes debían dar con el ideal de belleza nazi. Ser rubias, altas, de ojos azules. Pero además debían cubrir pautas similares a las de los oficiales de las SS. Esto es, presentar un certificado genealógico donde constaran los antepasados hasta 1800, un certificado de “salud hereditaria” que descartara ciertas enfermedades, un formulario médico que tuviera un “juicio racial” favorable, un currículum con los datos personales y profesionales y una declaración jurada en la que se aseguraba que el hombre mencionado como padre del futuro niño lo era sin lugar a dudas.
El programa tenía un costado pragmático. Le garantizaba a madres solteras la posibilidad de parir y de criar a sus hijos con amplia cobertura y lejos de miradas indiscretas. A los hombres –miembros de las SS – se los alentaba a tener tantos hijos como les fuera posible, sin importar en absoluto que fueran o no matrimoniales. El programa estaba subvencionado por los propios miembros de las SS. Estos dejaban de solventar económicamente a Lebensborn sólo después de haber sido padres por cuarta vez. Algunos niños eran apadrinados por el propio Himmler.
Los centros de Lebensborn se extendieron a otros países ocupados como Francia, Bélgica, Holanda, Polonia y Noruega. Cuando la cantidad de bajas de la guerra se volvió considerable, los requerimientos para la aceptación en el programa Lebensborn se flexibilizaron. Finalmente, de manera drástica, las SS comenzaron a robar niños de los países ocupados.
Rubios, de ojos azules, los niños eran catalogados de acuerdo con tablas de “fisonomía aria”. Se calcula que unos 250 mil niños fueron secuestrados de sus familias en Polonia, Francia o Yugoslavia para su “alemanización” en centros de Lebensborn. Allí se les imponía el rechazo de sus padres biológicos, el castigo duro y el idioma alemán por lengua obligatoria. Sólo unos 25 mil fueron recuperados por sus familias verdaderas. Los que no se adaptaban a las nuevas circunstancias eran enviados para su exterminio en campos de concentración. El resto fueron adoptados por miembros de las SS.
La incertidumbre
Hans Ulrich Wesch sostiene que en la RDA los chicos de Lebensborn estaban muy desprotegidos, ya que no recibían ningún subsidio por orfandad, como otros niños cuyos padres habían muerto en la guerra. Lo peor de todo, sin embargo, es haberle negado durante años información fundamental para aclarar su identidad. “Cuando me casé en 1975, y mi mujer vio mi acta de nacimiento, me insistió con que escribiera al registro civil de Wernigerode y preguntara por alguna información acerca de mi madre y de mi padre”, cuenta Wesch a Apro.
En lugar de recibir una contestación del registro civil de la ciudad donde nació, Wesch fue citado a declarar frente a la Stasi. Allí los agentes de la policía secreta le dijeron que dejara de investigar, que Lebensborn había sido una organización fascista, y que todos los documentos habían sido destruidos al final de la guerra.
“Usted debería dejar esa historia de lado y olvidarse del asunto, de lo contrario va a tener problemas”, cuenta Wesch que le dijeron. “Y yo me pregunté por qué debería haber algún problema si es que no existe más nada de Lebensborn. Intenté de nuevo averiguar algo y entonces sí me dijeron: ‛Si no se queda tranquilo, va a conocer nuestro otro lado.’ Entonces, lo dejé.” Sólo después de la Caída del Muro, cuando pudo ver sus propias actas de la Stasi, Wesch vio que le habían negado información que conocían, por temor a que él quisiera emigrar al oeste a buscar a su familia.
Gisela Heidenreich vivió en carne propia el muro de silencio, vergüenza y negación que caracterizó a la Alemania Federal de la posguerra. De madre y padre alemanes, Heidenreich nació en 1943 en un hogar de Lebensborn situado en Oslo, Noruega. Las verdades más importantes en torno a su identidad las conoció después de largas investigaciones, y de enfrentarse a las mentiras de buena parte de su familia. En búsqueda de desentrañar su propia biografía, la mujer escribió un libro: El año infinito.
Heidenreich creció junto a su madre en un pueblito de Baviera. A la niña se le dijo que el padre había muerto en la guerra y que el resto de la familia vivía en la RDA. Desde allí, cada tanto una abuela le escribía cartas. En el jardín de infantes a veces sus compañeros le gritaban “norueguita” o “bastarda de las SS”. Gisela Heidenreich no entendía por qué. Su madre le daba respuestas disuasivas. En 1948, su tía Anni fue detenida. Se la procesó en los Juicios de Nuremberg. Finalmente, fue absuelta. La vuelta de un tío que había estado como prisionero de guerra en la Unión Soviética, le permitió a la niña empezar a desentrañar la verdad. Su tía Anni era en verdad su madre. Y la mujer que Gisela Heidenreich había tenido siempre por madre era en verdad su tía. Su madre era una nazi convencida y había trabajado en el programa Lebensborn. Gisela Heidenreich había sido una hija extramatrimonial, no deseada. Como su madre trabajaba para Lebensborn, le bastó con pedir un traslado a Noruega para irse a dar a luz lejos de casa.
Reencuentros
Los nazis admiraban la sangre vikinga de los noruegos. Tras la invasión de 1940, se instó a las tropas a procrear tantos niños como les fuera posible con mujeres noruegas. Una de las descendientes de estas uniones entre soldados alemanes y mujeres noruegas es Annafried Lyngstad, quien más tarde se haría famosa como cantante del grupo sueco Abba. Su caso es excepcional. Una vez terminada la guerra, tanto las madres noruegas como los hijos mitad alemanes nacidos en los hogares del programa, fueron insultados, despreciados, recluidos en centros de internación.
Las mujeres que habían tenido relaciones con soldados alemanes eran calificadas clínicamente como deficientes mentales. Se concluía que 80% de sus descendientes tenían que ser retrasados. Muchos niños sufrieron abusos sexuales o fueron usados en experimentos médicos.
Paul Hansen, hijo de un piloto alemán y una joven noruega que lo abandonó al nacer, pasó sus primeros tres años en la relativa comodidad de un hogar de Lebensborn al norte de Oslo. Pero después de la guerra, el niño, que además sufría de epilepsia, fue declarado retardado y se le trasladó a un instituto psiquiátrico. Allí legó a dormir entre excrementos; era insultado y golpeado por los guardías.
Hansen obtuvo su libertad recién al cumplir los 22 años. Entonces empezó a buscar a sus padres. A través del Ejército de Salvación en Noruega supo que su padre había muerto en Alemania en 1952. Finalmente encontró a su madre en un pueblito de Alemania Oriental en 1965. Él esperaba que su madre extendiera los brazos y le dijera: ‛Hijo mío’. Eso no ocurrió. También se mostró despectiva cuando el hijo le dijo que había pasado toda su vida en instituciones psiquiátricas. Hansen jamás regresó.
Gisela Heidenreich supo que su padre está vivo recién a los 18 años, luego de grandes discusiones para que su madre le dijera la verdad. El padre había sido comandante de las SS en el pueblo de Bad Tölz. Allí tenía su familia. El día del reencuentro, la emoción de Heidenreich fue tan grande que incluso pasó por alto el hecho de que el padre estuviera reunido con antiguos camaradas de las SS.
La mujer de su padre, y sus cuatro hijos, medio hermanos de Heidenreich, le han brindado una nueva familia. Gisela Heidenreich es terapeuta familiar. Dirige la Asociación Lebensspuren (“Huellas de Vida”), que nuclea a los niños de Lebensborn, y que en noviembre último realizó un gran encuentro para hacer pública su problemática.
Hans Ulrich Wesch tenía ya 57 años cuando se reencontró con su madre biológica. Su búsqueda se reanimó tras la caída del Muro de Berlín, en 1989. Entonces se dirigió al servicio de búsqueda internacional, dependiente de la Cruz Roja Alemana, situado en Munich. Allí no le dieron ninguna esperanza. “Me dijeron que las mujeres se habían vuelto a casar habían fundado otra familia y silenciado el pasado”, dice a Apro. De todas formas le pidieron que dejara sus datos por si surgía algo. En 1999, le llegó una carta de un periodista que le pedía la firma de un poder para investigar en los archivos. Escéptico, Hans Ulrich Wesch firmó. Meses después sonó el teléfono. “El periodista me dijo ‘Sr. Wesch, siéntese. Tengo algo para usted’, ;¿Qué?’ ;Encontré a su madre.’ ;No puede ser.’ ;Sí, encontré a su madre, y Usted tiene además tres hermanas.’
“El encuentro fue muy intenso”, dice Wesch a Apro. “En el momento en que estuve frente a ella le dije, ;Mira, lo que pasó, pasó. Había guerra, tú eras joven, tenías tus preocupaciones con tus padres, no te reprocho nada. Estoy muy contento de haberte encontrado y no quiero apartarme de tí’.” La madre todavía conservaba fotos del niño en el Hogar de Lebensborn. Le contó que el padre había muerto en los últimos meses de la guerra. La mujer tiene 86 años y vive en un hogar de ancianos. Hans Ulrich Wesch la visita cada vez que puede.( 15 de enero de 2007)
Articulo e informaciones solo con fines históricos. En ningún caso apología del nacismo
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